Este último año, medios de comunicación como La Vanguardia, El Periódico o El Confidencial han publicado diferentes estudios y reportajes que hablan sobre cómo la robotización puede acabar, en un futuro no tan lejano, con muchos trabajos.
Según dichos estudios, se estima que en los próximos 12 años, 800 millones de personas perderán sus empleos debido a la automatización. Pero profesionales de la salud, la estética, la imagen y el arte están a salvo.
De hecho, las mejoras en la sanidad, el aumento de la esperanza de vida y otros factores relacionados con la imagen personal evidencian la necesidad de profesionales capacitados, bien formados y con sensibilidad para las relaciones humanas que cuiden de las personas, un servicio que – de momento – una máquina no nos puede ofrecer.
En esta categoría se incluyen todos aquellos trabajos relacionados con la creatividad y la belleza, como peluqueros, estilistas, asesores de imagen, maquilladores y esteticistas.
Se trata de profesiones que requieren de una destreza considerable y de un sentido de la estética que se adapte a la persona y a las tendencias del momento para captar y superar con éxito sus expectativas. Un hecho que, desgraciadamente para la tecnología, es difícil de automatizar.
Sin ir más lejos, para muchas personas cortarse el pelo, dejarse maquillar o probar nuevos productos y cosméticos es un auténtico ritual, por lo que a la hora de realizarse un cambio de imagen de estas características necesitan contar con la confianza del profesional que va a llevarlo a cabo.
En definitiva, el sector de la imagen personal, en todas sus facetas, queda al margen de la automatización, ya que el robot jamás podrá sustituir a este profesional, que no solo disfruta de un mundo creativo, sino que cada vez recibe más reconocimiento, autorrealización personal y progreso social, económico y profesional.